En el Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce puede encontrarse una curiosa definición de historia: relato casi siempre falso de hechos casi siempre nimios. Pues bien, me voy a encargar de ratificarla y, en parte adaptarla, aplicándola a determinadas cantilenas didácticas con que nos suelen deleitar algunos textos de química cuando nos relatan la historia de la teoría atómica de la materia.

 

Suele decirse:
–La teoría atómica se debe a Dalton. Lo que es casi falso.
–El problema de Dalton es que confundía átomos con moléculas. Lo que es injuriosamente falso.
–Fue Avogadro, con su famosa ley de los gases, quien aclaró la diferencia entre átomos y moléculas. Lo que resulta farragosamente falso.

 

Para clarificar la historia habría que comenzar por un hecho nimio: Las traducciones de los escritos de uno y otro son lamentablemente malas.

 

En los escritos de Dalton se habla de «átomos» y de «átomos compuestos», y nunca se encuentra la palabra «molécula». Mientras que en los de Avogadro, ocurre al contrario, nunca se utiliza la palabra átomo. Parece ser que en el siglo XIX, en Inglaterra, para designar lo que hoy denominamos «partícula» se utilizaba la palabra «atom» mientras que en el territorio del idioma francés (el que usaba Avogadro viviendo al norte de Italia) para decir lo mismo se utilizaba «molécule». De modo que, cuando Dalton hablaba de átomos y Avogadro de moléculas, estaban hablando de lo mismo.

 

Una traducción correcta del enunciado de Dalton tendría que decir: Los compuestos se forman por la unión de varios átomos de los correspondientes elementos, en una relación numérica sencilla. Las moléculas de un determinado compuesto son a su vez idénticas en masa y en todas sus otras propiedades.

 

Pero entonces ¿por qué las tablas de pesos atómicos de Dalton estaban equivocadas? Pues está bien claro, a Dalton jamás se le pasó por la imaginación que los elementos pudieran formar moléculas. Dalton cometió el pecado de no descubrir la existencia de las moléculas de los elementos, aunque es innegable que conocía muy bien las moléculas de los compuestos. Él siempre asoció el concepto de elemento con el de átomo simple. Como tampoco imaginó nunca que las partículas de los gases pudieran estar moviéndose.

 

Pero tampoco a Newton se le ocurrió que el tiempo fuese relativo y nadie le culpó nunca por ello.

 

Por la otra parte, la traducción para la ley de Avogadro debería ser: En volúmenes iguales de gases, en las mismas condiciones de presión y temperatura, hay el mismo número de partículas.

 

Por que si decimos «moléculas», como suele hacerse, habría que añadir que Avogadro también confundía churras con merinas. ¿Acaso esta ley no es aplicable a los gases nobles? Pero, de cualquier modo, la ley no aclara en absoluto la dicotomía átomos-moléculas ya que se cumple, igualmente, para los unos que para las otras.

 

Lo que parece que ocurrió es que Avogadro, casi al mismo tiempo que Ampère (a quien siempre se olvida en esta historia), sugirieron la idea de que podrían existir esas extrañas entidades a las que hoy denominamos moléculas elemento, y que ofrecían la posibilidad de que el gas hidrógeno pudiera ser H2, pero también H3, y quién sabe si H4. Y parece que no es menos cierto que Avogadro murió sin saber si el oxígeno era O, O2, O3, O4….

 

Así que, tampoco es cierto que con Avogadro se acabara la historia de los átomos y las moléculas y, en general, de la teoría corpuscular de la materia a mediados del siglo XIX. Por que de ser así, ¿qué hacía Einstein en 1905 descifrando el movimiento browniano y midiendo el tamaño de las moléculas de azúcar? Y es que, posiblemente, esta es una historia que comenzó en Boyle y no acabó hasta Einstein.

 

Siempre me ha gustado decir a mis alumnos que la teoría atómico-molecular no es la idea genial de nadie, sino el trabajo de decenas de científicos a lo largo de más de tres siglos, y uno de los más grandes logros de la humanidad.

 

Y, si se me permite adaptar la concepción Ambrosiana de historia, me gustaría decir que la historia de la química es un relato casi siempre falso de hechos casi nunca nimios.

 

Manuel Reyes
Catedrático de Física y Química
Instituto Padre Manjón
GRANADA